Las dos uves de la polémica: Violencia y Videojuegos


Los videojuegos abandonaron el san benito de ser exclusivamente un medio de entretenimiento pueril desde hace ya muchos años, y son infinidad de títulos para todas las plataformas los que han adoptado temáticas y contenidos adultos, tanto en términos argumentales y narrativos como jugables, presentándonos situaciones que a menudo podrían ser tildadas de violentas, morbosas e incluso obscenas. Algunos videojuegos incluso trataron de asumir esta nueva identidad adulta haciendo de la violencia el leit motiv de su desarrollo, recreándose en ella o incluso glorificando la misma.

Evidentemente esta decisión nunca estuvo ni estará libre de polémica, y pese al sistema de calificación por edades PEGI, que asigna y orienta al consumidor conforme a un criterio de símbolos que permite visualizar con sencillez el contenido del videojuego, lamentablemente muchos son los casos en el que estos son blanco de todas los vituperios por parte de asociaciones de consumidores, pudiendo ser incluso censurados total o parcialmente, así como las instituciones políticas y la legislación de cada país lo determine, pese a ser PEGI un sistema de ámbito europeo.

Resulta bastante descorazonador que algunos medios, como el cine o la televisión, gozen de la libertad de expresión que tanto se pregona y que tanto inflama el ego de los países democráticos, rozando incluso la total impunidad aun cuando muestran sin decoro material, tanto gráfico como intelectual, moral e ideológicamente muy cuestionable, y que, sin embargo, los videojuegos sean perseguidos como un instrumento potencialmente peligroso por su contenido, puesto que, según lo que sus detractores arguyen, tienen la capacidad suficiente como para adoctrinar, influenciar o manipular a quienes los juegan.

No es extraño leer sucesos en los que rápidamente el videojuego de turno es el culpable de que algún psicópata haya cometido algún crímen nauseabundo, sobre todo si el imputado es un adolescente que habitualmente es consumidor de videojuegos. Es más fácil culpar a un simple entretenimiento doméstico que a otros factores externos, más complicados o incómodos de determinar.

Los videojuegos son, en fin, como otros medios, una forma más de expresión, hecho que desde luego alberga temáticas que a menudo pueden resultar ofensivas para algunos pero que, entran dentro de ese supuesto espectro que la libertad debe abarcar. Y es decisión de cada individuo decidir a que juego debe o no jugar, puesto que no es obligación de los videojuegos ir acompañados de un cartel que indique la posibilidad de alimentar o catalizar la perversión de los ya perturbados. Por supuesto el caso de los menores de edad es otro bien diferente, pero para eso existe el citado sistema de clasificación PEGI, bastante eficiente y justo a nuestro juicio.

Para finalizar, como curiosidad, y sin tratar de ocultar mi evidente inclinación hacia los títulos de Rockstar, os dejo el enlance del tráiler del que se considera el videojuego más violento de todos los tiempos, Manhunt, publicado en 2003 para PS2 y Xbox. En este juego de culto encarnábamos a James Earl Cash, un reo condenado a muerte y liberado in extremis en el mismo patíbulo por un sádico director de cine snuff, quien nos retaba a ganarnos la libertad a cambio de sobrevivir en las sórdidas calles de Carcer City, una ciudad abandonada pero dominada por atrabiliarias bandas callejeras que trataban de darnos caza, siendo todo ello recogido y grabado por las múltiples cámaras de seguridad que este retorcido director había distribuido por toda la siniestra urbe.

Uno de los creativos del videojuego definió Manhunt como "una sádica fábula de horror urbano que explora los límites del vicio y la depravación humana". Ahí queda eso.




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